Autor: Dr. Manel Sánchez, coordinador de la Unidad de Psiquiatría Geriátrica
Los trastornos de conducta afectan a la mayoría de las personas enfermas con deterioro cognitivo en algún momento de su evolución. Los fármacos para su tratamiento no siempre tienen una eficacia comprobada y suelen presentar efectos secundarios, a veces con consecuencias importantes. Por ello, las terapias no farmacológicas, especialmente en demencias avanzadas, están experimentando un rápido aumento en su utilización para esta misma indicación. Estas terapias incluyen la musicoterapia, la reminiscencia, la terapia asistida con animales, la terapia de validación y muchas otras.
Otra alternativa de tratamiento no farmacológico para los pacientes con enfermedad de Alzheimer y otras demencias consiste en la estimulación multisensorial, una experiencia que nació para la asistencia a personas con discapacidad intelectual, básicamente niños y niñas y personas jóvenes, y que, a partir de mediados de la década de 1990, se utiliza en personas con deterioro cognitivo.
La estimulación multisensorial favorece la comunicación y la sociabilidad, no a través de la palabra, sino mediante estímulos sensoriales. Esto permite que los pacientes con limitaciones cognitivas puedan mantener durante más tiempo su capacidad de relacionarse con el entorno.
La estimulación multisensorial comenzó a desarrollarse en los Países Bajos en la década de 1970 a través de un método llamado “snoezelen”, un marco dinámico basado en una relación sensorial entre el paciente, el acompañante y un entorno controlado donde se ofrece una multitud de posibilidades de estimulación sensorial: lumínica, visual, auditiva, táctil, olfativa e incluso gustativa.
En nuestro hospital, centro pionero en España en esta utilización terapéutica, se inició su uso en 2014 y se promovió un estudio piloto que sirvió para validar un instrumento específico para valorar los cambios antes, durante y después de pasar por una sesión en la sala de estimulación, y para comprobar cómo la agitación es una de las principales alteraciones conductuales que mejoran con esta intervención.
Actualmente, se sigue aplicando, también en pacientes con afectaciones neurológicas severas que no tienen demencia y, más recientemente, se está probando en pacientes con trastornos de la conducta alimentaria.